Cerca de 150 mujeres trabajadoras morían abrasadas hace ahora 102 años en Nueva York en el interior de una fábrica de camisas. Habían sido encerradas allí por los propietarios de la empresa para que no se sumaran a una huelga convocada para pedir salarios y jornadas de trabajo dignos, la abolición del trabajo infantil y el derecho a la afiliación sindical. La carnicería de la fábrica Triangle impulsó el trabajo que ya venían haciendo las mujeres europeas en la lucha por la igualdad laboral y convirtió el 8 de marzo en un día de exigencia de dignidad y de democracia. Hoy, todos los días, millones y millones de mujeres en el planeta siguen luchando por el reconocimiento real de iguales condiciones de trabajo y oportunidades que sus compañeros. Lo hacen, a menudo, en situaciones indecentes agravadas por una crisis que encuentra en ellas a sus primeras víctimas. Un relato este, el del compromiso centenario de las trabajadoras con la igualdad, que cobra en los tiempos de miseria moral que vivimos un significado especial: el sentido de la épica de la lucha obrera por un trabajo justamente retribuido y reconocido, del talento compartido entre mujeres y hombres para construir una sociedad mejor, de la liberación de las ataduras con las que el patriarcado machista cercena la capacidad creativa de muchas entre nosotros. Hoy también, como anteayer y mañana, es un buen día para seguir trabajando por la igualdad. Porque nadie elige su sexo al nacer, y nadie puede ser condenado o premiado por ello.
Women are working day & night to win the war. Reino Unido, 1915. Library of Congress. Documento en el dominio público. |
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