¿Puede un país sumido en una atroz crisis económica, moral e institucional generar confianza entre propios y extraños mientras el jefe de su gobierno anda todo el día emplasmado? ¿Puede alguien aportar un sólo ejemplo entre las democracias de un comportamiento similar de quien, se supone, ejerce la más alta magistratura institucional? ¿Recuerda alguien que aquí, en España, en tiempos de democracia o de dictadura, de república o de monarquía, el presidente del Gobierno sólo se mostrara en estado de emplasmamiento? La actitud de Rajoy y sus mariachis es de una obscenidad insoportable, radicalmente incompatible con la democracia. Ayer, el día en que los negocios de la familia real con el Partido Popular descendieron un peldaño más en su camino al infierno, la imagen patética de Mariano y su grey encapsulada en una televisión de plasma hundía una vez más el crédito de nuestro país hasta el mar abisal. Así no, así no funciona la democracia. Así se humilla a la democracia. No es sólo una cuestión de maneras, es una cuestión de cuajo, de raíz, de esencia democrática. ¿No va a haber nadie en la derecha de esta tierra con la dignidad política suficiente para poner fin a tamaña desvergüenza?
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