El Gobierno de David Cameron puso en marcha ayer el más profundo recorte del Estado del bienestar conocido en el Reino Unido desde los tiempos de Margaret Thatcher. La derecha gobernante sigue intensificando sus políticas de liquidación del en otros tiempos modélico Estado social británico. Allí como aquí y en el resto de Europa las élites en el poder están decididas a aniquilar el modelo de convivencia que convirtió nuestro continente en la referencia del progreso social en el mundo. Amparadas en el fetichismo de la reducción del déficit público a toda costa, convertido este en el único argumento contra la crisis, continúan en su estrategia de demolición de las políticas de igualación de derechos y oportunidades que hicieron fuerte a Europa en la segunda mitad del siglo pasado. Frente a ellas, frente a la voluntad liquidacionista de la derecha, las izquierdas europeas, viejas y nuevas, se muestran incapaces de articular discursos y propuestas solventes y creíbles que conciten el respaldo real de la mayoría social, más allá del corto plazo de una coyuntura electoral propicia. No pueden engañarse quienes crean que la solución está simplemente en proclamar la reconstrucción de lo que la derecha está deconstruyendo. Hemos, los progresistas, de imaginar y proponer una nueva Europa posible en un mundo radicalmente nuevo. Una Europa social, que rescate los valores de la igualdad y la libertad para todos y para todas, y que sepa competir desde el esfuerzo cooperativo para generar riqueza frente a los otros modelos de crecimiento que emergen con fuerza en el mundo. Si las izquierdas europeas no son capaces de renunciar al cortoplacismo de uno u otros cariz, si no son capaces de aparcar lo que las separa para abrazarse a lo mucho que las une, no habrá futuro para una Europa que merezca la pena ser vivida.
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