El president Fabra atribuye la quiebra financiera de la Generalitat a la deficiente financiación procedente del Estado. Dice, el Molt Honorable, que por eso somos la Comunidad con mayor déficit público y la más endeudada de España. No es la aberrante gestión, no, ni la megalomanía de los tiempos de la abundancia, ni las tragaderas insaciables de la corrupción instalada en el corazón del partido gobernante aquí desde 1995. No, es el injusto sistema de financiación autonómica. Y es cierto que el País Valenciano ha sido maltratado por un sistema acordado en tiempos de Aznar y Zaplana y mejorado, notable pero insuficientemente, con el Gobierno de Zapatero. Es ese, sin duda, un factor que limita la capacidad de actuación de las instituciones valencianas y establece un agravio comparativo con otras administraciones autonómicas. Un factor de discriminación que debe ser corregido cuanto antes. Pero es sólo parte de la explicación del desastre en que nos encontramos. Fabra cree haber encontrado ahí el sumidero de las responsabilidades políticas y administrativas que han conducido al caos financiero que nos tiene noqueados. Lo tiene difícil. La Generalitat Valenciana se ha convertido en un agujero negro que engulle y líquida todo cuanto se encuentra a su alcance por la incapacidad manifiesta y la voracidad infinita de quienes han ocupado todos los espacios de poder en nuestra tierra durante los últimos 18 años. Se ufanaron durante lustros de haber convertido la Comunitat en el escaparate de la prosperidad europea, la tierra en que se ataban los perros con longanizas. Hoy somos el escaparate del despropósito, el desgobierno y la corrupción. Si lo único que se le ocurre a Fabra es endosar a otros la responsabilidad de lo que nos ocurre (poco original en su partido, por otra parte), estamos condenados al sufrimiento mientras sigan en el poder.
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