Uno sólo tiene que echarle un vistazo a las declaraciones que hacía ayer la presidenta de la asociación de empresarios de residencias para personas dependientes de la Comunitat Valenciana para sentir cómo se remueven las tripas. Como con tantísimas noticias publicadas durante años con denuncias del PSPV y del resto de la oposición sobre la infinita voracidad de Juan Cotino y familia en sus mil negocios con la Administración pública. El hoy presidente de Les Corts Valencianes, vicepresidente y conseller que fue con Camps y director general de la Policía con Aznar, ha convertido su actividad pública en prolongación natural de sus intereses particularísimos. Quien debiera haber velado por el bien común y el cumplimiento de la Ley, tantos años biencobrando del erario público, hombre que dice ser de profundas convicciones religiosas, es paradigma de esa clase extractiva tan de moda entre tertulianos. La confluencia total entre el interés político y económico en beneficio de patrimonios privados y en detrimento del bien público, todo bajo el paraguas moral de la iglesia católica. Muy poco de cuanto ha ocurrido de relevante en el País Valenciano durante las décadas de la indecencia ha sido ajeno a Juan Cotino. Ahora son tantos los indicios que a diario conocemos reforzando lo ya sabido por todos que la situación se ha hecho insoportable. Este hombre ha de dimitir como presidente de Les Corts. Y si no lo hace, Fabra debe forzar su dimisión ya. ¿O no puede? ¿Qué sabe Cotino? Son muchos años...
Alfabeto de Jan Christian Bierpfaff, siglo XVII. The Public Domain Review.
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