21 junio 2014

Reverencia real al poder eclesiástico

La proclamación real de Felipe de Borbón cerró el proceso sucesorio siguiendo el cauce previsto por la Constitución de 1978. Ahora comienza un nuevo tiempo en el que, como dijera Ximo Puig Ferrer en nombre del socialismo valenciano al día siguiente de la abdicación de Juan Carlos I, hay que comenzar a concretar un nuevo pacto ciudadano para definir un marco nuevo de convivencia, un escenario constitucional renovado. El cumplimiento de la Ley es consustancial con el desenvolvimiento democrático de una sociedad, pero toda ley convertida en fetiche acaba fosilizándose para perder su utilidad social. Millones de españoles no pudimos votar la Constitución que cerraba 40 años de ignominia histórica y abría la restauración de la democracia. Ahora son muchos los temas por revisar, en todo orden, y se impone un pacto intergeneracional e interterritorial que de viabilidad a nuestro proyecto colectivo en el siglo XXI. No debe ser menor en ese debate la relación entre el Estado y la iglesia católica. Las reverencias que concedieron los reyes a los representantes de esa iglesia durante la recepción que siguió a la proclamación evidencia lo mucho que queda por andar en ese sentido. Es cierto que no hubo ni crucifijo ni misa solemne como hace casi 40 años. ¡Faltaría más! Pero que el recién proclamado jefe del Estado, tras recibir la consideración de todas las autoridades democráticas, creyera necesario en una acto oficial besar el sello cardenalicio que adorna la mano de Rouco Varela es un gesto que ilustra una realidad que hay que acometer sin más dilación. Y en eso, también, los socialistas tenemos una responsabilidad manifiesta.

PD: lo hacen los reyes y lo hacen, sistemáticamente, los responsables públicos de la derecha. Y sí, algunos también desde la izquierda. Ni lo de unos ni lo de otros me gusta.



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