02 junio 2014

Partidos en red

Los partidos políticos tradicionales, de izquierda a derecha y de derecha a izquierda, deberán aprender a incorporar al núcleo de sus organizaciones y de sus decisiones tres de los rasgos definitorios del nuevo tiempo: la liquidez, la desintermediación y el trabajo compartido. Pasar de la verticalidad a la horizontalidad del funcionamiento en red, en el que muchos generan conocimiento y razón política a partir de la suma de argumentos, experiencias, intercambios... no necesariamente planificados. La capilaridad, la capacidad de cada fibra de la red (cada militante, cada núcleo de vida partidaria) de absorber y transferir al conjunto de la organización y de proyectar sobre el entorno, compartiendo, cooperando, colaborando. Las relaciones líquidas, fluidas entre los individuos y la organización; el tiempo de las fidelidades hasta la muerte ha dejado paso al de las lealtades circunstanciales y múltiples. Ya no es la fe la que mueve montañas, es la convicción compartida de intereses concurrentes que se manifiestan en formas diversas de relación con el partido. Activistas que entran y salen, que aportan a unos y a otros, que aborrecen los contratos de exclusividad. Que no quieren intermediarios entre la experiencia y la decisión política; que entienden el poder en la organización como argumento de legitimidad y no como expresión de la infalibilidad divina. Un poder que persiga hasta el fin a los corruptos que puedan anidar al calor del partido, sin concesiones al relativismo moral. Este es el camino. Pensar que todavía mucha gente en nuestra sociedad está anclada en el pasado y no entendería los cambios en ese sentido es renunciar a la política que viene, profundizar por el camino de la irrelevancia. Es cierto que no va a ser fácil para quienes han ocupado el núcleo del hacer político hasta ahora transitar a esa nueva realidad. Puede que mueran en el intento; lo que es seguro es que morirán si no lo intentan.





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