El coste de la desigualdad

La consecuencia más demoledora de la estrategia de liquidadión del Estado del bienestar europeo emprendida por las élites económico-financieras y políticas de la Unión es la puesta en marcha de un proceso de desigualación que se extiende por todo el continente. La desigualdad creciente se ha convertido en el principal rasgo de un modelo social caracterizado en el tiempo precisamente por su capacidad igualatoria. Lo que hiciera a Europa diferente, lo que durante décadas garantizara una razonable cohesión social, lo que permitiera proveer de servicios educativos y sanitarios de calidad a la inmensa mayoría... las políticas de igualación social en definitiva. El coste de la desigualdad, en términos sociales y humanos pero también económicos y políticos, comienza ya a vislumbrarse con crudeza. Sólo un anticipo edulcorado de lo que va a suponer, si no lo remediamos, en el futuro. Porque el impacto del liquidacionismo está siendo especialmente dañino sobre los menores y su porvenir. La pobreza infantil (sufrida en España por un tercio de la población menor de 18 años), que viene incrementándose en Europa sin contención desde hace años, va a condicionar dramáticamente la capacidad de muchos de los nuevos europeos para generar futuro. Menos políticas igualatorias, más pobreza; menos redistribución, más desigualdad; menos cohesión, más inestablilidad, más inseguridad, más desafección política. La desigualación está ya favoreciendo populismos fascistizantes que añadirán más dolor a esta Europa enferma. Y no es sólo cuestión de políticas nacionales. Es, sobretodo, cuestión europea. Es imprescindible poner en marcha políticas de igualdad desde Bruselas, desde el corazón de la Unión, que fuercen el cambio de tendencia. No hablo de recuperar el pasado, digo de construir un futuro deseable.

Ralph Chaplin. The hand that will rule the world. Ilustración de la revista Solidarity,
del sindicato Industrial Workers of the World. Reino Unido, 1917.
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