Hace unos días un juez valenciano reclamaba del Consell informaciòn sobre las decisiones que han permitido que el coste del Ágora, en la Ciudad de las Ciencias y de las Artes de Valencia, se haya duplicado respecto de lo inicialmente presupuestado. Quiere investigar el juez qué ha ocurrido para que ese edificio, diseñado por Calatrava y construido por empresas implicadas en Gürtel, haya pasado de 40 a 80 millones de euros. Lo pregunta la Justicia ahora; antes ya la Sindicatura de Comptes había llamado la atención sobre esa deriva. El Ágora es el penúltimo de los altares que la megalomanía gaviota mandó construir para ofrecer a los dioses la sangre y el dolor del pueblo valenciano. Una megaconstrucción que sigue inconclusa, para la que se desconoce dedicación alguna más allá de un campeonato de tenis y algún desfile de moda. Un símbolo de la locura y la desvergüenza instalada durante 20 años en el Palau de la Generalitat. Un monumento al despropósito y al despilfarro que han guiado durante lustros al Consell de la Generalitat en manos del Partido Popular. Ahora, sin el más mínimo complejo ni rubor (faltaría más), el fabrismo ha decidido organizar el mitin central de la campaña para la europeas en ese santo lugar. Allí estarán, no sé si antes o después de dar explicaciones al juez, Fabra, Rajoy y Cañete para animar a la masa azulete. Que el Ágora sea el escenario elegido por esta gente para el pavoneo electoralista provoca náuseas. Y evidencia, para quien albergara alguna duda, que no hay la más mínima intención de arrepentimiento por su parte.
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