La contratación por parte de dos peñas festeras de la Vall d'Uixó de una mujer semidesnuda para anunciar por la calle los actos taurinos a celebrar en las fiestas de esa ciudad de la Plana Baixa evidencian el arraigo del machismo más grosero en nuestra sociedad. Así en lo cotidiano como, en este caso, en el tiempo transgresor de la fiesta. Que nadie entre los miembros de las peñas valleras de Tendido7 y l'Hermita objetara sobre ese modo zafio de reclamar la atención del público indica la falta de conciencia antimachista entre muchos sectores de la sociedad. El cuerpo de la mujer como mero reclamo festivo en un entorno tan declaradamente testosterónico como el taurino, toda una declaración de convicciones. Sé que muchos dirán que no es para tanto, que es cosa de fiesta, puro divertimento intrascendente. Pues ese, ese precisamente es el problema: la naturalidad y la condescendencia con que aceptamos la humillación de la mujer y la banalización de su imagen. La fiesta es un momento esencial para la vida de una comunidad, es el momento de desbordar la cotidianidad transgrediéndola. Pero es también el momento en que se consolidan muchos argumentos que configuran el sentir colectivo de una sociedad. Hora es ya que nos replanteemos qué papel juega la mujer en muchas de nuestras fiestas.
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