Compartí hace dos días a través de las redes un artículo sobre la economía colaborativa o la economía del compartir que expresaba certeramente algunas convicciones que, con menos claridad, os he trasladado desde esta ventana en más de una ocasión. La revolución que se está produciendo en nuestras relaciones sociales, políticas y económicas en torno al concepto compartir. El cambio radical que se está operando en nuestra forma de relacionarnos, de conocer, de intercambiar, de trabajar, de entender el mundo al que damos vida. Compartimos más que nunca, emociones, sensaciones, conocimientos, negocios, compromisos. Y lo hacemos de forma distinta a como lo entendíamos hace apenas una década. Hoy el papel de la intermediación se desdibuja, así en la economía como en la vida política. Una ciudadanía crecientemente habituada a compartir desde las redes sociales sus experiencias o sus reflexiones, o a buscar trabajo, comprar, pagar sus impuestos, organizar sus vacaciones sin recurrir a intermediarios hasta hace nada imprescindibles mira cada vez con mayor desconfianza la intermediación política. Compartir está en la base de la nueva civilización que estamos pariendo. Compartir el talento y también la aberración. Otra forma de entender el tiempo y el espacio, la proximidad y la distancia, lo colectivo y lo individual. Y que convive, por supuesto, con lo viejo, como siempre ha ocurrido en todo cambio civilizatorio. Quienes así no lo entiendan se verán progresivamente alejados de la vanguardia del cambio. Que esa nueva sociedad sea más o menos inclusiva, más o menos igualitaria o más o menos decente depende de que quienes creemos en esos valores universales sepamos incorporarlos a la nueva realidad.
Manifiesto de la economia colaborativa, en Albert Garcia Pujadas |
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