El popularismo valenciano más decididamente confesional está molesto con Rajoy por su repentina conversión al consenso abortista. Poco les importan los gúrteles y demás asuntos fétidos que revolotean la coronilla de su jefe. Nada el rosario de casos de corrupción manifiesta en que ellos mismos están también involucrados. Y menos que nada la miseria moral que su partido ha sembrado en el solar valenciano. Pero lo del aborto... ¡hasta ahí podíamos llegar! "Una vida vale más que Cataluña", ese era el título de un reciente escrito del todopoderoso segundo de Rita Barberá en el Ayuntamiento de Valencia, Miguel Domínguez, donde se despachaba a gusto contra la marcha atrás del líder emplasmado. Habrá que ver qué dice el pío Cotino de todo esto, él, tan preocupado de la moral de los demás que ha tenido que renunciar a la propia. Y qué dicen todos ellos de la verborrea sanguinaria de su compinche Reig Pla que sermoneaba ayer sobre la "violencia criminal contra dos millones de niños abortados: decapitados, troceados, envenenados, quemados". O que acusaba al PP de ser, ahí es nada "liberal, informado ideológicamente por el feminismo radical y la ideología de género, e infectado como el resto de los partidos políticos y sindicatos mayoritarios, por el lobby LGBTQ". No estaría de más, tampoco, que se manifestaran sobre la relación que establece este ultra entre los trenes de la libertad y los trenes que llevaban a los judíos a los campos de aniquilación nazis: "Debería llamarse, no el tren de la libertad sino el tren de la muerte, del holocausto más infame." Todo, que quede entre nosotros, curiosidad malsana. ¡Dios mío, por qué los has abandonado!
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