En septiembre de 2006 Facebook, que había nacido dos años antes como una red de intercambio de información entre estudiantes universitarios de Harvard, se abrió a todos los usuarios y usuarias de internet. Hace sólo ocho años. Hoy la red social por antonomasia cuenta con 1.300 millones de cuentas de internautas de todo el mundo. Acababa de nacer, entonces, Twitter (el 21 de marzo de 2006), hacía poco más de un año que Youtube había comenzado su andadura y faltaban todavía tres años para que Whasapp entrara en nuestras vidas. Tanto y tan aceleradamente ha cambiado nuestra forma de comunicarnos y compartir información y conocimiento, para disfrutar, trabajar, estudiar o consumir. Durante el tiempo que dediques a leer este post se habrán enviado casi 400.000 tuits en todo el mundo, o se habrán subido cerca de tres millones de historias a Facebook, 80 horas de vídeo a Youtube, o se habrán visto 20 millones de fotos en Flickr. Pensar que esta revolución no nos está cambiando, no está creando nuevas formas de ver y entender el mundo, de sentir, querer e imaginar es no entender la realidad. ¿Cómo es posible creer que eso no es así cuando cada día más de 54.000 millones de mensajes son lanzados desde nuestras aplicaciones de whatsapp?
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