#sanidadpublica - No era difícil de imaginar lo que esta semana concluye un artículo científico publicado en la British Medical Journal (Will austerity cuts dismantle the Spanish healthcare system?, BMJ 2013;346:f2363) sobre el impacto que la liquidación del sistema sanitario público está empezando a tener sobre la salud de los españoles. Era fácil pensar, como ya se denunció, que el apartheid sanitario que sufren casi un millón de extranjeros en situación irregular generaría bolsas de exclusión en las que prosperarían enfermedades prácticamente erradicadas en nuestro país. Y así está siendo. Era fácil pensar que el repago farmacéutico que deben afrontar miles de conciudadanos con dependencia severa y escasos recursos económicos iba a provocar el abandono de tratamientos imprescindibles para esas personas. Y así está ocurriendo. Era fácil pensar que el recorte salvaje en las plantillas del personal sanitario reduciría la calidad de la asistencia sanitaria, con la merma consiguiente de la prevención y el incremento dramático de las listas de espera. Y así viene sucediendo. Era fácil pensar que la laminación de los recursos destinados a la investigación biomédica acabarían por colapsar cientos de proyectos de investigación destinados a combatir enfermedades y a evitar el sufrimiento a miles de personas. Y eso es lo que está pasando. El esfuerzo colectivo y las políticas sanitarias impulsadas en las últimas décadas hicieron de nuestro sistema nacional de salud uno de los más eficientes y eficaces del mundo. Ahora vemos cómo la locura austericida y la fiebre privatizadora de quienes nos gobiernan, las dos caras de una misma moneda, están arruinándolo. No quieren oír hablar de otras fórmulas de gestión que, como en Andalucía, reduzcan costes sin descomponer el sistema. No lo quieren. Quebrada, por falta de recursos asignados a ella, la sanidad pública se abre un espacio infinitamente goloso a los buscadores de burbujas. Y en eso estamos.
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