Gestos. La política es también transmitir empatía, acercarse siquiera a escuchar los argumentos de otros. Es hacer y decidir, pero también hablar, buscar puntos de encuentro. Es abrir y no cerrar puertas, es imaginar espacios intransitados para que un día sea compartidos por muchos. Sentir lo que otros sienten para crear entendimiento. Eso es también, y por encima de todo, la política. Lo que nos hace humanos, lo que trasciende la individualidad para crear sociedad. Hemos desacreditado tanto el valor de la palabra, del consenso, del pacto, del acuerdo que el espacio de la política ha quedado exhausto. Y así no vamos bien, vamos muy mal. No hay democracia sin convicciones compartidas, sin proyectos soñados cooperativamente. Sumar y no restar, identificar lo común para construir juntos. Sólo las democracias plurales, diversas, abiertas, empáticas merecen tal nombre. Lo contrario: la imposición, la fractura, la exclusión, el pensamiento único y la tiranía.
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