De las casi 125.000 denuncias presentadas en 2013 por #violenciamachista ante los juzgados españoles sólo 22 (menos del 0,02 por ciento) mostraron indicios de ser falsas, según la memoria de la Fiscalía General del Estado. Desde 2009, sólo 33 de las más de 650.000 denuncias tramitadas por ese motivo culminaron en una sentencia condenatoria de la mujer por determinarse su falsedad (el 0,005 por ciento). Estos son los datos irrefutables que algunos siguen empeñados en negar. Esa es la realidad insultante que pretenden tergiversar algunos opinadores en tertulias de postín y que, recurrentemente, se cuestiona desde ámbitos políticos instalados en la misoginia más despreciable. No hay lugar al error ni a la interpretación: sólo una entre 20.000 denuncias por violencia de género han sido consideradas por los jueces falsas en los últimos cinco años. Y siguen insistiendo esos tipos en público y muchos más en privado en la mentira. Porque mienten deliberadamente, saben que lo hacen, dando cobertura a los violentos. Mienten para sembrar la duda respecto de las víctimas y preservar el imperio del macho alfa. Hace ahora 10 años de la aprobación en Las Cortes de la Ley integral contra la violencia de género y seguimos escuchando infamias de este calado. Insisto, algunos públicamente, muchos en conversaciones privadas, cotidianas. Con la misma cotidianidad debemos rechazarlas de plano, radicalmente. Está es una batalla que los y las demócratas no podemos perder.
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