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François Hollande, por Jean-Marc Ayrault
[CC-BY-2.0 (http://creativecommons.org/licenses/by/2.0)] |
El fin de semana electoral europeo ha confirmado en Francia y en Grecia las tendencias establecidas en los últimos meses. El socialismo francés ha conseguido la mayoría absoluta para su proyecto de reactivación del crecimiento europeo como palanca fundamental para la salida de la crisis. En Grecia la derecha ha ganado con mayoría simple y Syriza ha confirmado su hegemonía en la izquierda. En ambos casos, sin embargo, se ha dado un resultado altamente preocupante: el ascenso electoral de la extrema derecha. El Frente Popular de Le Pen vuelve a la Asamblea Nacional en unas elecciones que han conocido récord de abstención. Los neonazis, por su parte, han reafirmado su presencia electoral en el mapa parlamentario griego. Haremos mal si minimizamos el alcance de esa noticia. Europa no puede encogerse de hombros ante la presencia institucional de quienes dicen defender al pueblo proclamando el regreso a la sinrazón. Las fuerzas democráticas deben prestar atención a los motivos que llevan a ciudadanos y ciudadanas europeas a apoyar a los heraldos de la violencia y la discriminación. Los partidos mayoritarios no pueden aplazar su compromiso con la democracia de la gente: deben escuchar más y mejor el rumor que viene del pueblo; deben abrirse más y mejor para que más ciudadanos se sientan representados en ellos; deben hablar más y mejor con la ciudadanía. Aborrecer el cortoplacismo tacticista y atender al dolor y el miedo que recorre Europa. Lo de Francia y Grecia no son casos aislados.
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