Tengo la sensación de que en la respuesta social y política a los recortes en la educación pública promovidos por los gobiernos del Partido Popular se ha prestado escasa atención a la educación infantil. En las movilizaciones ciudadanas o en las declaraciones de sindicatos y partidos políticos los efectos de los recortes sobre ese segmento educativo han tenido escasa presencia, frente a otros aspectos como el incremento de las tasas universitarias o la ampliación de los ratios en las aulas. Siendo estos y otros asuntos de gran importancia entiendo que es precisamente la educación de 0 a 6 años el principal campo de batalla en el que se dirime gran parte de nuestro futuro. Es en ese período de la vida en el que se configuran los principales rasgos del carácter y se adquieren los hábitos de los futuros ciudadanos y ciudadanas. Y es ahí donde la sociedad, a través del Estado, debe garantizar con mayor aplicación la igualdad de oportunidades. Combatir la herencia social, aquella que determina el futuro de los niños en función de la posición y los recursos de que disponen sus padres, debe ser el principal de los compromisos de los progresistas. Durante las dos legislaturas socialistas se hizo un gran esfuerzo en ese sentido, una apuesta que no parece figurar entre las prioridades de los gobiernos de la derecha. Conceptos como respeto, empatía, esfuerzo, socialización comienzan a interiorizarse en esos años. Es imperativo para nuestro futuro que concentremos todos nuestros esfuerzos en dar el salto cualitativo que requiere la educación de los más pequeños. No los descuidemos.
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