Nos hemos enterado estos días que el ministerio que dirige la gurteliana
Ana Mato ha repartido la contratación de una campaña de publicidad institucional entre los medios de comunicación con criterios que en nada responden a la exigencia legal de atender a la audiencia de cada uno de ellos. La Razón, por ejemplo, ha sigo agraciada con más del doble que El País, que tiene más de ocho veces los lectores del libelo de
Maruhenda. Es esta una fórmula habitual entre la Familia, blanquear así el pago de favores mediáticos. No debe extrañar pues que ese personaje, entre otros muchos, se dedique en cuerpo y alma a pasear su soberbia verborrea a mayor gloria de sus protectores. Por eso he dicho ya otras veces que es urgente que la necesaria exigencia de transparencia en la vida pública vaya acompañada de la misma entre los medios de comunicación. Porque no sirve aquello de que son empresas privadas que responden ante sus lectores, oyentes o televidentes. No. Son empresas altamente subvencionadas con dineros públicos, que sobreviven en gran medida gracias al reparto de recursos de los contribuyentes y que, en muchos casos, no son agentes de información pública sino meros aparatos de propaganda al servicio del poder políticofinanciero. Por eso me gustaría ver un Salvados, pongamos por caso, sobre los medios o que la objetiva
Ana Pastor sentara en su particular tribunal de la verdad a los maruhendas de turno, o a los
Lara, Pedro J. o
Cebrián. Es una exigencia también de la regeneración política que precisa este país.
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