"Hay cosas que no se van a poder demostrar". Eso dijo Mariano Rajoy en relación al asunto Bárcenas en la entrevista que concedió a Bloomberg la semana pasada, durante su viaje a Estados Unidos. "Todos los apuntes [de los papeles de Bárcenas] son falsos, salvo algunas cosas", volvió a decir el Emplasmado. "Nadie de mi partido está imputado por eso", insistió el personaje. O, sobre la destrucción de los discos duros de Bárcenas, "lo desconozco absolutamente". Esa es la forma de defender la marca España que tiene este tipo, esta es la manera de representarnos en el exterior que entienden Mariano y los suyos, esta es la dignidad que conceden a la presidencia del Gobierno de España. No es de extrañar que una vez visto el resultado de la entrevista los responsables de Comunicación de La Moncloa quisieran secuestrar lo dicho por su jefe, acostumbrados como están a traficar favores e intereses con ciertas mafias mediáticas en casa. Que esta gente sea la que nos pida sacrificios sin fin, la que ha excluído a cientos de miles de extranjeros del sistema sanitario, la que obliga al repago farmacéutico a millones de pensionistas, la que está triturando nuestro sistema educativo, que este individuo Rajoy sea el que capitanea la liquidación de nuestro estado del bienestar y vaya por ahí hablando como un tal Corleone y pavoneándose como un cierto Soprano, a mí, sinceramente, me produce náusea. Vemos estos días hasta dónde está dispuesto a llegar el berlusconismo en Italia ante el eventual de encarcelamiento de su líder; vemos también cómo los republicanos estadounidenses prefieren la quiebra del estado, el cierre de la Administración a la creación del sistema sanitario público prometido por Obama. Aunque... Rajoy no es Berlusconi, ni el PP el Tea Party... ¿o sí?
Ilustración de Sinking of the Titanic, most appalling ocean horror (1912), por Jay Henry Mowbray. En Richard Howells, The Unsinkable Myth, The Public Domain Review. |
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