He de admitir que en ocasiones me he sentido como un estúpido al reclamar la factura al prestador de algún servicio. "Si no quiere factura se ahorrará el IVA", me decían; "pocos me la piden", insistían. Y yo, erre que erre, hasta que me hacían la factura. Lo he hecho siempre. No es ningún mérito, es, simple y llanamente, lo que debe ser. He entendido en todo momento que va en beneficio de todos, por supuesto en el mío propio, cumplir con nuestras obligaciones fiscales y contribuir a que otros las cumplan para hacer sostenible el Estado del bienestar y garantizar la igualdad de oportunidades de todos y de todas. Así se lo he intentado inculcar a mis hijas, en esto como en otros aspectos relativos al interés común. Pensamos muchos de este modo, pero son muchos también los que en nuestra sociedad insisten en eludir sus responsabilidades fiscales para con la comunidad. Es cierto que mucho de lo que vemos a nuestro alrededor resulta poco o nada edificante para favorecer la imprescindible cultura de la corresponsabilidad que exige un Estado fuerte para garantizar un bienestar sostenible. Pero no lo es menos que sólo desde el enraizamiento de ese principio podemos construir un futuro que merezca la pena. Por eso me congratulo de que el PSPV haya promovido ante la dirección federal del PSOE una proposición de ley para combatir radicalmente el fraude fiscal. Y por eso, también, me indigna hasta la médula el bochornoso espectáculo ofrecido por Gerard Dardieu con su huída a la Rusia de Putin. No, no estoy mezclando churras con merinas, estoy hablando de lo mismo.
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