Alfonso Bataller, el alcalde conservador de Castelló de la Plana, anunciaba la semana pasada que el consistorio que preside sigue adelante con su proyecto estrella: la Ciudad de las Lenguas que debería instalarse en los terrenos hoy ocupados por el aeródromo castellonense. Un proyecto fantasma que la derecha lleva blandiendo desde 2005 y del que sólo se sabe que ha servido de acomodo institucional y salarial al exalcalde Gimeno, obligado a dimitir aquel año para dejar paso en la alcaldía a Alberto Fabra. La Ciudad de las Lenguas castellonense es paradigma de la forma de conducirse en política el actual president de la Generalitat. Una apuesta vacía, hueca, puro humo, exclusivamente instrumental. Fabra y su lugarteniente municipal, el hoy presidente de la Diputación y de la derecha provincial, Javier Moliner proclamaron hasta la saciedad las bondades de esa entelequia llamada a ocupar los más de 500.000 metros cuadrados de un terreno goloso, situado en primera línea del litoral castellonense. Un elemento más para la confrontación con el Gobierno de Zapatero, al que se acusó, cómo no, de entorpecerlo. Se dijo, una y mil veces, que la Generalitat tenía el dinero para desarrollarlo. Un engaño tras otro. Gimeno y los suyos se han llevado su parte; Alberto Fabra se convirtió en alcalde; y de la Ciudad de las Lenguas nada se sabe. Como de tantos otros proyectos tapadera de quien hoy gobierna a todos los valencianos.
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