El anuncio de Fabra senior de que ya tenía resuelta la venta del aeropuerto de Castellón y las dudas que sobre la operación se han afanado en destacar Fabra junior y el conseller del ramo evidencia una vez más el caos que nos gobierna. La opacidad y el oscurantismo como marca de la casa y el sálvese quien pueda como proyecto político. Dudo mucho de que nada se cierre hasta que el Gobierno de España certifique la idoneidad de las instalaciones de Vilanova-Benlloch (recuerdo que durante años ese fue el caballo de batalla del fabrismo contra Zapatero), pero en todo caso es imprescindible que se hagan públicas las negociaciones, si las hubiera, desde el minuto cero. Con quién y qué se está negociando y cuál será el beneficio que de todo esto obtendrán los contribuyentes. La trayectoria de los protagonistas de esta ópera bufa exige transparencia absoluta, explicaciones pormenorizadas en Les Corts y en la Diputación de Castellón y vigilancia extrema por parte de los órganos de control del patrimonio público. Y todo esto sin hablar de las eventuales consecuencias que el cambio de titularidad, de pública a privada, puedan tener sobre el coste de las expropiaciones que en su día se llevaron a cabo, de nuevo de actualidad a raíz de la sentencia del TSJ castellanomanchego dando la razón a los propietarios expropiados para la construcción de aeropuerto de Ciudad Real. Ya está bien de tanto chalaneo con lo que es de todos.
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