Andan los jefes de la derecha puño en pecho intentando conjurar el fantasma de Luis "el Cabrón" (así conocido entre sus amiguetes el ínclito Luis Bárcenas). Católicos de fe profesada niegan y reniegan de su otrora sumo hacedor, unos por saber y otros por desconocer su querencia ensobradora. Luis "el suizo" ha conseguido indignar a quienes no se habían indignado ni por los recortes, ni por los desahucios, ni por nada de cuanto nos pasa. Los habrá, no dudo, indignados por la pestilencia de los sobres y hasta por su propio contenido y el hecho mismo de su existencia. Otros, entre los sorprendidos, se habrán indignado al saber que no estaban ellos entre los llamados a ese mundo de dádivas sin fin, tan entregados a la causa como lo han estado durante lustros. Y por fin están los indignados ensobrados, los que durante años han mantenido su fidelidad a la omertá, retirando discretamente y sin preguntar su parte del botín. ¿Quién iba a pensar que Luis les traicionaría, crecido y educado durante años en la amistad de los suyos? Lo decía Vito Corleone: "La amistad lo es todo. La amistad vale más que el talento. Vale más que el gobierno. La amistad vale casi tanto como la familia". Son cosas de familia, ya se sabe. El problema es que la familia está ahora en lo de liquidar el Estado que han saqueado durante años: la vaca se ha quedado sin leche y ahora quieren descuartizarla para repartirse la carne. Y la vaca es nuestra, el Estado es nuestro, la democracia es nuestra. Que nadie mire para otro lado.
"Luis El Cabrón" salido del averno del PP, vuelve a casa, haciendo alarde de todos sus poderes, a reclamar su trono.
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