Es la tercera vez que que empiezo este artículo. Reconozco que lo que me piden las tripas no es lo que razonablemente puedo escribir aquí. Desde ayer siento un malestar acuciante que me impele a gritar ¡basta ya! No es sorpresa, no. Es hartazgo. Van a acabar con el Estado y con la democracia. Y cada vez queda menos tiempo para evitarlo. Después, la oscuridad y el dolor infinitos. De confirmarse (que se confirmará) que Barcenas regularizó parte del botín procedente supuestamente de las comisiones cobradas a empresas a través de la puerta abierta por Montoro a los defraudadores fiscales estaríamos ante tamaña desvergüenza, tal grado de inmoralidad y de indecencia que la legitimidad recaudatoria del Estado se vería profundamente cuestionada. Pero si además se confirma (que será) que el mismo Bárcenas ha repartido durante más de 20 años sobresueldos en negro entre la cúpula del Partido Popular procedentes de la estorsión a empresas adjudicatarias y concesionarias y del saqueo del Estado, veo difícil que el vómito del cabreo y de la indignación generalizada no acabe por anegar nuestro país. Los Gürteles, Brugales, Pinedos, Blasco, Baltar, Fabra, Arena, Bárcenas.. son una misma cosa: una colosal maquinaria de saqueo insaciable, devorapatrias sin fin. La guerra final contra la corrupción está planteada. No da más. Nadie podrá entender silencios cómplices ni justificaciones estériles. La derecha gobernante ha hecho de esto un lodazal irrespirable. Los otros, nosotros, tenemos la responsabilidad de reconstruir, sin tibieza alguna, la dignidad.
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